Acerca de sumar y dividir.

Escrito por
Alexandre Henrique Santos
Publicado el
7/8/2022

... la primera vez que dos humanos desconocidos se cruzaron y uno no intentó matar al otro fue hace unos 7.500 años. Podríamos correr el riesgo de que, en el marco de la antropología, este hecho ocurriera hoy al amanecer

somar e dividir

»Hay un precepto bajo el cual he vivido: prepárate para lo peor, espera lo mejor y acepta lo que venga». (Hannah Arendt)

Según el biogeógrafo Jared Diamond, ganador del Premio Pulitzer (la versión norteamericana del Premio Nobel) con la obra «Armas, gérmenes y acero», la primera vez que dos humanos desconocidos se cruzaron y uno no intentó matar al otro fue hace unos 7.500 años. Podríamos correr el riesgo de que, en el marco de la antropología, este suceso ocurriera hoy al amanecer. En otras palabras, acercarse pacíficamente a un extraño y tolerar sus peculiaridades constituye un logro reciente y solo parcial de nuestra especie. No debería sorprendernos que tantos seres humanos, incluidos los que están bien entrenados, tengan niveles muy bajos de inteligencia emocional.

Las personas, por así decirlo, más primitivas, también llamadas comúnmente «de mal genio», cuando se enfrentan a situaciones tensas con alguien con hábitos e ideas diferentes a las suyas, muestran mal humor y aumentan el volumen de su voz, signos inequívocos de preparación y señalización territorial. Si el estrés persiste, los actos continuos provocan estallidos espontáneos de agresión e incluso violencia. Por lo tanto, es triste pero comprensible que los seres humanos maten y mueran por razones inútiles, ya sea por el resultado adverso de un partido de fútbol, por una opinión divergente o por la ruptura de un vínculo emocional.

Para la neurociencia, nuestros repentinos impulsos de odio, ira e ira antisocial están dictados por la zona más arcaica de nuestra materia gris, la reptil. Pero cuando me enfrento a un callejón sin salida, decido hablar con el otro, entender la visión del otro, en lugar de gritar, sacar el arma o golpearme, es la parte más evolucionada de mi cerebro (sistema límbico y neocórtex) la que decidió ese camino. Por eso la educación, la cultura y el conocimiento son los «ladrillos» que han permitido construir la urbanización.

Porque entonces, en mi opinión, nosotros, ciudadanos brasileños y brasileños adultos, así como, de manera más abierta y cómplice, los Poderes de la República constituidos, nos dejamos llevar con una docilidad imperdonable a una bifurcación primitiva, estúpida y peligrosa: democracia o fascismo. En un país como el nuestro, con una tasa muy alta de analfabetismo funcional (personas que leen mal un texto y no pueden entenderlo o explicarlo), vale la pena recordar que estas dos opciones se excluyen mutuamente y conducen a formas de vida cultural, social, económica y política radicalmente desiguales.

En una mera alegoría, podríamos incluso imaginar que la perspectiva democrática, que solicita, estimula y celebra la resiliencia, la empatía y la diversidad humanas, es decir, llama a la unidad y tolera los desacuerdos, requiere que nuestro cerebro haga sinapsis más refinadas y desarrolladas; mientras que el punto de vista fascista, que exige y determina la rigidez, el individualismo, la reproducción estandarizada de creencias y comportamientos, que ordena la exclusión y/o el castigo de los transgresores, hace que nuestra masa cerebral funcione con conexiones neuronales más rudimentarias y antiguas. Sin embargo, ten cuidado con los platos, porque la alegoría termina aquí; pues, en verdad, la naturaleza no es maniquea. Todas nuestras estructuras neuronales, ya sean recientes o arcaicas, son necesarias y suficientes para que seamos lo que somos. El neurocientífico Paul MacLean, creador de la teoría del cerebro trino, advierte que nuestras neuronas producen simultáneamente variaciones sinapsis cooperativas y contradictorias. Esto hace que la plasticidad de nuestra materia gris sea capaz de inspirar una infinidad de horizontes.

La perspectiva democrática respeta las diferencias, es pacífica, se comunica de manera constructiva e invita a la tolerancia. Por eso el término democracia se ha convertido casi en sinónimo de delicadeza, cortesía y moderación. La otra forma de verla, la fascista, también se nutre del respeto, pero se centra exclusivamente en los iguales (por regla general, el respeto a los hombres, los blancos, los cristianos, los terratenientes y las personas económicamente activas). En este sesgo, hay una pasión viril por las armas, la adopción de la violencia como medio de resolver conflictos, un pensamiento único y la incapacidad de soportar las diferencias. Por esta razón, se ha vuelto común y frecuente asociar el comportamiento antisocial y belicoso con la barbarie, la condición humana anterior al advenimiento de la civilización.

Está claro que para la humanidad, la convivencia ha sido un desafío diario. Los partidarios de la democracia y el fascismo afrontan este desafío de manera contraria; en consecuencia, las sociedades civiles que ambos buscan construir sobre la base de sus ideas y prácticas también resultan ser opuestas. Pero quizá la diferencia más llamativa pueda observarse en el resultado obtenido en las operaciones aritméticas de suma y división. Si bien los fascistas hacen discursos de odio y sus acciones conducen a la ruptura, la ruptura y la disyunción social, el lenguaje democrático es no violento y su práctica busca y provoca el acercamiento, la unidad y la solidaridad. Y cuando los seres humanos prefieren acercarse, unirse y mostrar solidaridad, nada frena la maravilla de la expansión. Como en el verso del poeta uruguayo Mario Benedetti:»cuando tú y yo nos unimos, ¡somos mucho más que dos!»

Brasil nos pide que nos unamos.

Ya me he registrado, ya me he suscrito a Carta en defensa del Estado de Derecho Democrático. (https://www.estadodedireitosempre.com/assinar)

Y tú, ¿cuadrará también?

Alexandre Henrique Santos

Mi nombre es Alexandre y me dedico profesionalmente al coaching de vida y a los temas de comunicación y empatía. Mi misión es facilitar los procesos de desarrollo personal e interpersonal. Me apasiona lo que hago; y después de casi 4 décadas de práctica aprendí a hacerlo bien.

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